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jueves, 25 de octubre de 2012

Echaré de menos


Echaré de menos volverte a ver. Alzar la cabeza, mirar tus ojos verdes, y sonreírte. 

Dejar escapar risas tímidas cuando rozas mi piel, o cuando pasas por mi lado.  Algo que parece insignificante, pero que no es en vano. Echaré de menos tu sonrisa y tu melancolía. Tus suspiros al aire y  tus miradas a ningún lugar.  Echaré de menos el amor sin nombre que proclamaste. Y tu amistad.

Echaré de menos los paseos que nunca dimos, las tardes acurrucados que no pasamos. Las películas con palomitas, las emociones y los llantos.  Echaré de menos todo eso que soñé y que no ha pasado. Eso que quedó en algún lugar, entre mi recuerdo y mi ilusión, perdido, en mi cerebro, agazapado.

Echaré de menos el beso tras aquella despedida, marchita, escueta y sombría, que  separó nuestros pasos. Quizás no estábamos hechos el uno para el otro. O quizás se perdió todo por egoísmos mal argumentados. Tal vez sólo no era nuestro momento, y morirá ese amor, esperando.

jueves, 18 de octubre de 2012

Como peces de agua dulce


Un café no dice nada, pero esas miradas furtivas se escapaban, esos suspiros al aire mandados a los besos que dimos a nadie, se buscaban.  Yo lo sabía. Y tú lo sabes.

Los kilómetros se desvanecieron y dejaron paso a los abrazos y las sonrisas. Los paseos y las miradas. Los recuerdos.  Las risas.

Nuestras vidas paralelas se surcaron en silencio.  Nuestro cariño creció por momentos y nuestras vidas, más unidas y entrelazadas, calladas en silencios, en amistades fingidas y en pequeños y escondidos sueños. Suspiros en las fotos y sonrisas en los recuerdos.

Y al final, como peces ansiosos de beber vida, se rozaron nuestros labios cual elixir deseoso. Anhelantes de la fragancia de los besos, de las caricias, porque un cuerpo necesitaba  del otro. El tiempo que perdimos lo recuperamos por momentos,  y nuestros besos parecía que quedaban sin aliento. Los abrazos dieron paso a la ternura y el calor de tu cuerpo, a tus gestos dulces y sinuosos, a nuestra respiración, jadeante. Y a nuestra mirada, que hablaba en silencio.

Y  no obstante, al abrazarte, sé que aquí acaba el cuento. Nuestras vidas seguirán paralelas pues somos peces de distinto cuenco. Somos peces de agua dulce nadando en un mar muerto. Que encontraron en las sábanas un mar de agua salada, donde nadar, juntos, sin importar el viento.

Y finalmente  quedará el olor a aquellas rosas que me recordará  la primavera de esa noche, cuando se encontraron nuestros besos y hablaron las miradas que habían permanecido calladas durante tanto tiempo. Cuando dos peces de agua dulce se encontraron en sábanas saladas,  que quedarán en el recuerdo.

lunes, 8 de octubre de 2012

Te fuiste


Te fuiste, con esa sonrisa que acompañaba mis noches, con esas caricias que dibujaste en mi cuerpo, con ese ciclón de sensaciones, con ese ciclón de sentimientos. Te fuiste, y  me robaste tus ojos, y tu mirada. Esa que abrasaba con sólo cruzarla. Con solo mirarla desde lejos. Esa mirada que calaba tan hondo que hasta me enamoraba.

Esa  mirada que ahora sólo queda en mi pensamiento.

Te fuiste, y me alejaste de tus besos, que quedaron flotando en un olvido sin nombre, y los busco en los rostros de otra joven, de otros labios, de otros sueños. Te fuiste, y te llevaste las quimeras de mis noches, el calor de mi cama, que aún pregunta por tu nombre. Por los rizos de un cabello que antes surcaba mi almohada y que ahora no encuentra dónde.

Y aún recuerdo tus pasos perdiéndose en el firmamento, y yo llamándote a voces, gritando tu nombre, surcado en llantos. En lágrimas rotas y de quebranto, buscando a la desesperada encontrar la manera de no dejarte ir… Aún la busco, y por eso canto.

Te fuiste,  y me dejaste encadenado a tu recuerdo, a unos besos de otro cuerpo, a unas caricias sin nombre y unos labios que no bebo. Y  tu mirada aún quedó en el firmamento, flotando en las nubes de mi pensamiento, imaginando que volveremos a encontrarnos y que podré darte todo aquello que te debo. 

Y esa mirada... que ahora sólo queda en mi pensamiento.

jueves, 4 de octubre de 2012

Recuerdo a mis niños del Hospital

Algo en mi pecho me oprime, y esta vez no son los pulmones. Es el recuerdo de niños y adolescentes que estuvieron en mi vida y que ahora, físicamente, ya no están. El Domingo los ví.  A todos ellos. Reflejados en las miradas de esos niños inocentes, que nos miraban con una sonrisa, con sus pijamas de hospital. Ví a Yashin, a Patricia, a Dani, a Vanesa, a Carlota, a Javi, a  José Manuel, a Azahara, a Ruth, a Cristina, a Juan… y a muchos más, cuyos nombres no sé. Cómo me acuerdo de ellos.

Muchos ya no están. Niños de 14, o de 3 años, que se fueron. Chicas a punto de entrar a la universidad. Vidas que se apagaron cuando apenas empezaban a echar a andar. Caminos truncados. Sueños que se desvanecieron.


Lloro. De tristeza por haberlos perdido. Pero también de felicidad por haberlos conocido. No todos se han ido, algunos han superado su enfermedad, y a sí mismos. Y son felices. Y miran atrás con orgullo, y con una sonrisa puesta en sus labios, y en sus ojos. Y también en los míos. Todos, los que están y los que no, me enseñaron mucho. Mucho. Mucho más de lo que se pueda aprender en un aula, en unas lecciones que aprendes para no recordarlas más. Me enseñaron lecciones de la vida. Lecciones que no se borrarán jamás. Me enseñaron la valentía, el entusiasmo, la ilusión, la amistad.


A veces pensamos que nuestras vidas son duras. Pero no nos damos cuenta de lo que puede cambiar nuestra existencia si nos detectan una enfermedad.  El cáncer. La Quimio. La anorexia. Un tumor cerebral… Ellos lo supieron.


Sillas de ruedas, vías, agujas, pastillas, pijamas azules que nos quedaban grandes a todos… Tardes de llantos y vómitos, noches inaguantables, gritos de angustia, de verdadero dolor. Físico y emocional. Caras tristes, ojos cansados… Pero siempre tenían ganas de jugar. Siempre teníamos ganas de sonreir, juntos, de salir a hablar. De cantar y hacer talleres, de pasarlo bien, aunque fuera en el hospital. Me contagiaron de su entusiasmo, de su vitalidad. De sus sueños y de sus ilusiones. De sus ganas de luchar. Estaban llenos de vida.  Me devolvieron el gusto por la muchas cosas que había olvidado a amar.


A Patricia, mi “hermana” mayor, se lo debo. Ahora estoy haciendo una carrera, lo que ella siempre quiso hacer, y me esforzaré por todo el esfuerzo que siempre me demostró ella. Por esas ganas incansables que tenía. Porque nunca la ví llorar. Porque SIEMPRE estaba con una sonrisa. Porque es así como la recuerdo, y con lo que siempre me quedaré.


De Javi me quedo por supuesto, la guitarra. Y las risas, y las charlas. Y las carreras en sillas de ruedas, a lo “4ºplanta”. Los “botellones” de suero y las enfermeras enfadadas. Las sonrisas que aún debe estar repartiendo en su pueblo. Y su ejemplo de lucha y superación. Fue y sigue siendo un ejemplo en el cual mirarme cuando quiera tirar la toalla. Porque él lo consiguió. Plantó la cara al cáncer, a la quimio, a su pierna amputada, y ganó.


Por Dani. Por Yashín. Por tantos y tantos niños que batallan día a día, que luchan con sus fuerzas, y las de sus familias. Por los que he conocido, y los que no. Por el ejemplo de vida y de lucha que nos dan. Porque sufren como un adulto, o más,  y sonríen con la inocencia y entusiasmo con la que únicamente un niño puede sonreir. Cosa que a nosotros, se nos ha olvidado.


Yo no dejaré de sonreir nunca. Pese a la lucha. Pese al cansancio. Porque ellos pudieron. Y yo llevo dentro de mí el recuerdo de muchos de ellos.


Que nuestra bandera sea nuestra sonrisa y el amor, nuestro canto.