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domingo, 30 de octubre de 2016

No eres mi dueño

No romperás la belleza de las palabras que defienden Libertad más allá de los barrotes que estás construyendo para mi.

Tus miradas no van a minar los deseos de mi alma ni los sueños que con tanto mimo y esmero he ido construyendo desde mi infancia.
Tú no eres mi dueño.
Tú no eres quien ha de dictaminar a quien o no veo. A quién abrazo.

Mis uñas son limas afiladas que más allá de tu espalda también arañan tu creencia irracional de que ponerse una falda es de rameras si no voy de tu mano. Como el perrito faldero que te encantaría domesticar.

No te engañes, te apasiona si no me muestro cobarde, porque ahí sube la ira a tu garganta y tú, hombre, acabas poniéndote encima de mi. Al final, me incrustas el miedo y la culpa detrás de las pupilas y yo, cedo. Mujer.

Porque solo me quieres. Solo me dices lo que crees que es mejor y yo, desagradecida, no te entiendo.
Y acabo, lapidada y hundida pidiéndote perdón. Por las faldas. Por las comidas. Por los amigos que tengo y por todo el tiempo que me pertenece pero no te entrego.

Hasta el día siguiente en el que me planteo si esto, verdaderamente, es lo que en mi infancia me enseñaron como amor. Por qué el idílico príncipe se convierte en bestia cada la noche, cuando se supone que sólo ha de quererme.

Pero callo. Como la ramera que me instas a ser, y yo me creo. Callo. Por el qué dirán. Callo por la vergüenza. Por el miedo.

Porque aún no tengo el ojo morado.
Aún las marcas están dentro.
Aunque mis uñas cada vez se afilan más.
Y te están esperando. 

Recuerda, no eres mi dueño.





Chica_Salada
Sofía Reguillos