“Te llamaré”.
Y sé que no lo harás pero me miento a mí misma.
Porque entran en juego los autoengaños para disminuir la disonancia cognitiva.
Ilusiones y falsas expectativas que mitigan las palabras diferidas. Miedo.
Ansiedad. Depresiones por desamores que alivian las pastillas. Con lo fácil que hubiera sido
poner realidad y no desajustadas perspectivas. ¿Hay algún rincón del corazón que se
guarde de las benzodiacepinas? Y no. Mis redes no quieren otras salidas. sólo
quieren tu tacto y tu olor, la liberación de mi Oxitocina. Serotonina, Dopamina…
Pasión. Roces que me hacen perder el norte. Labios que me niegan quién soy yo.
Caer en el abismo dulce de la dependencia al amor. Cómo no, si mi recompensa es
tu calor. Cómo no si me completas. Si sin
ti no hay yo. Y claro, pierdo mi
identidad, mi realidad… Desrrealización. Y caigo en la dependencia emocional de
quien teme no ser lo suficiente, no ser la mejor. Pero estás tú, que me
quieres. Estás tú, que llamarás y con unas bonitas palabras calmarás mi temor.
Y no necesitaré ni Lexatin ni Escitalopram para dormir mejor. Porque contigo soy yo. Y me agarraré a mis
esquemas sobre el amor porque la profecía se autocumplió. Y mi sistema límbico
dirá “¿ves?” y mi neocórtex dirá: “Mañana será peor”.
Chica Salada