Sabes que me gusta hacerte de rabiar. ¿Qué clase de
hermana mayor sería si no? Me espero al último momento para mandarte mi
dedicatoria. Para que leas en unas cuantas líneas todo lo que llevo guardado de
ti en el corazón. (Miento, no todo, eso no se puede plasmar en ningún sitio
material)
Hoy ha sido un día raro al no poder despertarte de la cama
con un “¡¡¡FELICIDADES!!!” y tirarme a ti y romperte a besos. De esos pegajosos que tanto odias cuando estamos juntas. Pero
que echas de menos aunque no lo reconozcas.
Que hoy ha sido un día raro. Porque cada una estamos
inmersas en nuestras cosas. Forjando nuestras cortas (y no tan cortas) vidas,
una lejos de la otra. Pero en el corazón de cada una.
Yo, buscándome un futuro en Madrid. Cuando nadie me lo iba a
decir. Y tú, cumpliendo 17. Cuando hace nada te enfadabas por muñecas, cuando
aún tengo marcado tu recuerdo viendo los teletubbies antes de ir a la guarde. Y
ya casi mayor de edad. Casi.
Creo que no tendré vidas enteras para darte las gracias.
Porque eres mi hermana pequeña, de la que he cuidado y a la que consuelo. A la
que abrazo y a la que aconsejo. Pero también eres mi hermana pequeña, la que me
cuida y me abraza cuando necesito me quedo sin aliento. Con la que he llorado y la que me
ha animado como poca gente ha sabido hacerlo.
Tengo marcados a fuego ciertos momentos en los que un abrazo nuestro ha valido por más de 1000
palabras. Cuando volviste de
Galicia. Hace un año en el
Hospital. En el tanatorio por el abuelo….
Podría citar y recordar miles de momentos en los que tu simple presencia ha
apaciguado mi desconsuelo. Tenerte cerca y abrazarte es como abrazar a mi otro
yo, mi otra mitad. Y ese sentimiento es imposible de reemplazar.
Eres mi hermana pequeña, en edad. Pero eres mucho más madura
de lo que podría nadie apreciar (no te lo creas!). Eres consciente de muchas cosas difíciles de
ver en la adolescencia. Difíciles de vivir día a día. Y tú no solo las vives,
si no que las superas. Creces y sonríes y eres consciente y te
haces cargo de lo que llegue. Y eso te
hace grande, muy grande.
Y por eso te miro y no veo a mi hermana pequeña. Veo a algo así como otro yo, una Sofía paralela, llamada Salomé. Porque somos tan parecidas, tan
inseparables, con tanto amor entre nosotras, tan únicas… (No me extraña que la
gente nos confunda).
Y sólo quiero que sepas que te adoro. Y que pese a los
enfados y los ataques de ira, las palabras hirientes y a que sigamos enfadándonos
como niñas… Te quiero más que a mi misma. Y no lo digo por decir. Quiero con
toda mi alma que seas feliz, que consigas lo que te propongas y que te cuiden de verdad, como te mereces.
Y se me llenan los ojos de lágrimas al pensar en ti, dentro de unos años. Con
tu carrera, tu pareja y tu vida hecha, con tus proyectos y tus metas. Y solo
quiero que sepas, que SIEMPRE, lejos o cerca, en lo fácil o en lo difícil, con
más o menos fuerza…. SIEMPRE, SIEMPRE ESTARÉ AQUÍ.
Eres mi otra mitad. NUNCA LO OLVIDES.
TE QUIERO.