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jueves, 23 de enero de 2014

Salomé

Sabes que me gusta hacerte de rabiar. ¿Qué clase de hermana  mayor sería si no?  Me espero al último momento para mandarte mi dedicatoria. Para que leas en unas cuantas líneas todo lo que llevo guardado de ti en el corazón. (Miento, no todo, eso no se puede plasmar en ningún sitio material)

Hoy ha sido un día raro al no poder despertarte de la cama con un  “¡¡¡FELICIDADES!!!”  y tirarme a ti  y romperte a besos. De esos pegajosos  que tanto odias cuando estamos juntas. Pero que echas de menos aunque no lo reconozcas.

Que hoy ha sido un día raro. Porque cada una estamos inmersas en nuestras cosas. Forjando nuestras cortas (y no tan cortas) vidas, una lejos de la otra. Pero en el corazón de cada una.

Yo, buscándome un futuro en Madrid. Cuando nadie me lo iba a decir. Y tú, cumpliendo 17. Cuando hace nada te enfadabas por muñecas, cuando aún tengo marcado tu recuerdo viendo los teletubbies antes de ir a la guarde. Y ya casi mayor de edad. Casi.

Creo que no tendré vidas enteras para darte las gracias. Porque eres mi hermana pequeña, de la que he cuidado y a la que consuelo. A la que abrazo y a la que aconsejo. Pero también eres mi hermana pequeña, la que me cuida y me abraza cuando necesito me quedo sin aliento. Con la que he llorado y la que me ha animado como poca gente ha sabido hacerlo.

Tengo marcados a fuego ciertos momentos en los que  un abrazo nuestro ha valido por más de 1000 palabras.  Cuando volviste de Galicia.  Hace un año en el Hospital.  En el tanatorio por el abuelo…. Podría citar y recordar miles de momentos en los que tu simple presencia ha apaciguado mi desconsuelo. Tenerte cerca y abrazarte es como abrazar a mi otro yo, mi otra mitad. Y ese sentimiento es imposible de reemplazar.

Eres mi hermana pequeña, en edad. Pero eres mucho más madura de lo que podría nadie apreciar (no te lo creas!).  Eres consciente de muchas cosas difíciles de ver en la adolescencia. Difíciles de vivir día a día. Y tú no solo las vives, si no que las superas. Creces y sonríes y eres consciente  y  te haces cargo de lo que  llegue. Y eso te hace grande, muy grande.

Y por eso te miro y no veo a mi hermana pequeña. Veo a algo así como otro yo, una Sofía paralela, llamada Salomé. Porque somos tan parecidas, tan inseparables, con tanto amor entre nosotras, tan únicas… (No me extraña que la gente nos confunda).

Y sólo quiero que sepas que te adoro. Y que pese a los enfados y los ataques de ira, las palabras hirientes y a que sigamos enfadándonos como niñas… Te quiero más que a mi misma. Y no lo digo por decir. Quiero con toda mi alma que seas feliz, que consigas lo que te propongas y que te cuiden de verdad, como te mereces. Y se me llenan los ojos de lágrimas al pensar en ti, dentro de unos años. Con tu carrera, tu pareja y tu vida hecha, con tus proyectos y tus metas. Y solo quiero que sepas, que SIEMPRE, lejos o cerca, en lo fácil o en lo difícil, con más o menos fuerza…. SIEMPRE, SIEMPRE ESTARÉ AQUÍ.

Eres mi otra mitad. NUNCA LO OLVIDES.


TE QUIERO.














Sofía Reguillos.

martes, 21 de enero de 2014

Carta a quien pueda entenderlo

Me das miedo.
No puedo negarlo: Miedo. Como quien se adentra en un túnel oscuro sin ver la salida al fondo. Sin saber si llegará a buen puerto o morirá en el intento. Solo.

Miedo. Esa es la emoción básica que me fermentas; te metes en mis entrañas y desde dentro me haces sentirme histérica. Sin confianza, sin ilusión. Como diría Martin Seligman es el fenómeno de la indefensión aprendida la que hace que sienta ausencia de control. Eso es lo que nos regalas con una falsa sonrisa. Porque muchas veces ganas. Y nace la sombra de la frustración.

Miedo. Miedo a mirar atrás y no parecer la misma. Miedo a que mis ilusiones se quedasen en el arcén y las borraran el asfalto y la arcilla, miedo a que el camino haya hecho mella en mis pies.  Miedo a no reconocer en mis ojos el brillo de la niñez, de la inocencia y de la pasión por la vida. Miedo a mirarme al espejo y contemplar a alguien que mira sin saber ver.

Miedo. A mirar al futuro  y no verme. A que en mi corazón no haya hueco para más cicatrices, que mi alma ya se haya desquebrajado y cual Dorian Grey mi retrato muestre el paso de los años. Y de la oscuridad interior. Miedo a perder mi esencia. A perder mi verdadero yo.

Miedo, porque eres mi compañera, que no mi amiga. Eres quien camina en mi día a día. Quien a veces me quita tanto y me hace quedar en tablas en mitad de la partida. El foco de penumbra que me oculta el sol. Pero eres no obstante quien me hace ser yo, quien me ha hecho aprender a resistir con valentía.  

Miedo porque eres mi compañera, que no mi amiga.  Y no puedo permitirte que te adueñes de mi corazón. Pero no sé tampoco si te quiero lejos del todo. Porque por ti he sabido percibir las cosas con otro color. Saborear los instantes.  Tener por bandera al amor. Buscar lo grande en lo pequeño…  Aprender a encontrar en el crepúsculo, la ilusión.

Y  no sé cuánto me darás de tregua. Y me da miedo. Mucho miedo. Pero me resisto a ello y te aparto y sigo, y lucho por mis sueños.  Por lo que busca mi inquietud y necesitan mis anhelos. Que si algo me has enseñado es el aquí, el ahora, el no desperdiciar ni un segundo de la vida, no tirar a la basura ningún momento. Porque he aprendido a vivir como si mañana estuviéramos muertos. O como si fuésemos eternos.

Que no quiero tenerte miedo.  Serás siempre mi compañera, aunque no mi amiga, pero vivirás conmigo mis altibajos. Por ti caeré y tocaré fondo, pero por ti saborearé íntegro el momento más álgido de felicidad.  Y se mezclarán en mi vida las lágrimas y las sonrisas. Las alegrías y los lamentos.  Y no me da miedo porque he aprendido a vivir con eso.

Sólo dime que no me detendrás demasiado pronto. Que dejarás que siga siendo yo.
Aunque no te vayas demasiado lejos.


Chica Salada

sábado, 18 de enero de 2014

Mi bipolaridad

Siéntate, tenemos que hablar.
No me mires así, ya lo sabes,
no te puedo engañar.
Me he cansado de este juego bipolar.

Que por huir de las despedidas
No he querido adentrarme en nuevas avenidas,
Y apareciste tú,
Y rompiste mis esquemas y mis mentiras.

Hipotequé mis manías y mientras huía de los anillos
fuí pegándote a mi cama con celofán.
Y cuando no quería mirarte
te fui cosiendo sin darme cuenta a mi paladar

Y es que quiero que el café no te lo tomes en la taza al desayunar,
Quiero que viertas  chocolate en mi cuerpo al desnudarme,
Y quiero cortar las alas y ahogarme en el mar,
Pero si me ahogo, quiero que tú me salves.
Me protegí contra el invierno
pero no me vacuné de tus besos,
Y esto duele más de lo que pude imaginar.
Y tú no lo sabes.

Y  sin darme cuenta quise llenarte de acordes, y de besos.
Y rasgar tu espalda con las uñas que rasgo mi guitarra.
Pero que no sea ella la que grite por la noche en mi cama.
Entre mis sábanas de invierno.

Que el frío se quede sólo en el recuerdo
Y seas tú, y sea yo,
Quienes tiñan las mañanas de pegamento,
Y nos quedemos pegados en la almohada
Entre caricias, y el cemento
de las mentiras que una vez me dije a mí misma hagan efecto
Y me digas entre susurros esas palabras que tanto temo.

Y es que quiero que el café no te lo tomes en la taza al desayunar,
Quiero que viertas  chocolate en mi cuerpo al desnudarme,
Y quiero cortar las alas y ahogarme en el mar,
Pero si me ahogo, quiero que tú me salves.
Me protegí contra el invierno
pero no me vacuné de tus besos,
Y esto duele más de lo que pude imaginar.
Y es que creo que te quiero.
Y tú ya lo sabes.




Chica Salada

jueves, 9 de enero de 2014

Cambio de Paradigma

Que el frío me quema. Y me cuesta respirar. Y el corazón me pesa. Joder, que quiero volar. Que en este mundo mordaz no puedo decidir si vivir o morir una vez más. Que soy la princesa que va en tacones a la trinchera, a luchar cada día por una batalla ajena que he hecho mía. Por la utopía. Por mi verdad.

Y es que los días sólo se iluminan si miras al sol, si observas con una lupa no enjuiciada tu interior. Sin miedos ni culpas. Sin rencor. Joder, cuanto nos cuesta reconocer que también nosotros merecemos amor. Y alegría. 


Nos cuesta porque distorsionamos la realidad y la miramos con ojos que no miran. Y no. Yo cambiaré los grises por tatuajes llenos de color. Los miedos y corazas por espadas y valor. Y tu mirada. Y los melancólicos Domingos por salsa y bailes de salón. Y la perspectiva de la muerte por un camino lleno de ilusión. Que el calor y lo que das a los demás es lo que queda. Y las sonrisas y los besos. Que si nos convencemos podemos ser eternos en este mundo, y hacerlo nuestro.

Y dar gracias por respirar cada día. Y respirar una vez más. Y llorar; pero esta vez de amor y alegría.



Chica Salada

miércoles, 8 de enero de 2014

Ninguna

No me mires por mis tatuajes, por mi ropa o mi color de pelo. 
Mírame por como sonríes cuando te digo que te quiero. 
No me juzgues si un día te desquicio con mis mañías, 
quiéreme cuando te beso y siento que muero si no eres mía. 
No me apartes si te sorprendo a media noche en la penumbra, 
sabes que no he visto arte más bello que tu piel desnuda. 
Porque todo en tí es amor, es pasión, es deseo ferviente, 
son los rastros un amor que se encarna en un angel viviente.
Es la diosa de la Hermosura hecha carne en tu sonrisa y en tu dulzura. 
Es la luna.
Es el sol. 
Y es que, como tú, ninguna.





Chica Salada


martes, 7 de enero de 2014

Y así estoy yo

Como las preguntas que quedan en el aire sin responder. Como las mañanas que se despiertan con la niebla, o las hojas de los árboles a punto de caer. Así está mi temor. Y al acecho del mundo que espera inexorable su posición. Una vez más.

Y así estoy yo. Cuando te veo tan guapa, sin miedos ni justificación. Sin preguntas vacías, sin buscar las respuestas desmedidas de lo que podría ser. O de lo que no será. Porque da igual; Vives. No miras atrás mientras yo me pierdo en un sinfín de pensamientos y secretos sin fondo que no llegan a ningún lugar. Como la boca que ansía el beso que no se da. Como el viento que se apacigua cuando necesita silbar. Y así estoy yo. Perdido en el camino de la cronicidad, de los pasos distraídos y las batallas por encarar.  De los sueños que no puedes palpar, porque no están hechos para ti, quizás. O sí.

Gris. Así están mis miedos. Que mientras lucho, la vida a mis anhelos va a circuncidar. Y muero en vida soñando sin soñar. Respirando con el ápice del aliento de quien sabe que mañana morirá.  Y tú tan guapa, ajena a la guerra que he de batallar. De la respiración entrecortada, de las lágrimas por derramar. De los porqués sin respuesta. Y yo, queriendo compartir tu sonrisa.

Y así estás tú, ajena.


Y así estoy yo. Con mis pulmones y mi corazón en la mano. Como las preguntas en el aire que quedan sin respuesta.  Una vez más.
Chica Salada