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lunes, 19 de junio de 2017

Acantilados

Yo, que siempre he sido de las que corre en dirección contraria
a lo que algunos llaman sosiego,
como si las playas de arena blanca
no fueran suficiente para mí,
porque mar en calma no hace marinero.

Él siempre ha tenido por bandera la huída y el descarrilamiento,
construyó su muro de hormigón forjado en recuerdos
que tenía bajo llave,
de esas tan pesadas que decides tirar por la borda
esperando que se pierdan en algún puerto.

Enterré en el mar mis sentimientos haciéndome la fuerte,
curándome entre polvos de pasados y futuros inciertos,
esperando que el cofre aguantara el hielo. Y yo, que siempre he sido despistada, olvidé la llave.

Y nuestros caminos se cruzaron.
Y ahondamos en las comisuras
de las medias sonrisas, buceamos
en la profundidad de las pupilas
y nos besamos la piel
tanto en verano como en invierno.

Hicimos equipo para buscar las llaves
y nos reíamos cada vez que tropezábamos
con el reflejo de la luna o las estrellas
en cada acantilado cada vez que olvidábamos la meta y habíamos el amor. 

Me abrazaba por la espalda si me despertaba sudando y tosiendo,
con miedo a mi misma, a los otros o a su reflejo.
Me besaba los hombros,
me acariciaba el pelo.
Y me calmaba.

Mis ojos, poco a poco, dejaron de ser cuencas llenas de desesperanza,
de repente se vaciaron del odio
y rencor acumulado en mi infancia
como si los terrenos raspados que frecuento
tuvieran sentido más allá del dolor.

Como si la magia hubiese aprendido a renacer entre mis párpados
en el clima de un abrazo,
en el susurro que me viene a los labios con cada "Quiero volverle a ver"

Y ahí estábamos, huyendo de los tormentos y adentrándonos en el océano. Y qué sé yo.
Se nos olvidó lo de las llaves,
pasaron las primaveras y los inviernos, nadábamos con ahínco,
con las ganas de quien se juega todo apostando nada, queriendo ganar el mundo. Nuestro mundo.
Y nos llenábamos de besos y acabábamos exhaustos tras cada noche de pasión.
Mis cuencas se  llenaron de pétalos y en las grietas de su muro nacieron flores.

Resultó que las llaves siempre las habíamos tenido en los labios.

martes, 13 de junio de 2017

Me vale con que me digas

Me vale con que me digas
que hablarán nuestras comisuras,
que la vida es bonita
aunque nos esperen sombras
en cada esquina.

Me vale con que me digas,
mirándome a los ojos,
que aunque ellos digan
que el amor es mentira,
vamos a besarnos tanto
como si creyésemos en él.

Me vale con que me digas
que cuando nos pueda el bochorno
vamos a nadar
en el mar de nuestras pupilas,
que vamos a ser niños grandes
jugando a ser valientes
sin buscar la puerta de salida.

Me vale con que me digas
que vas a estar aquí,
que voy a estar aquí.
Y que lo demás no importa.