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viernes, 22 de agosto de 2014

Echar de menos no entraba en el plan. Pero pasa.

Como quien carga el arma cuando se va. Cargas a tu espalda tus miedos y corazas.
No obstante, soñadora sigues el camino: La línea recta, estereotipada , el paso de cebra que te empeñas  en cruzar pisando sólo las líneas blancas. La creencia ilusoria de que eso te puede salvar de no pisar un corazón a medio construir, de  no indagar en heridas que no se quieren reabrir de nuevo.

Y pasa que no funciona. Que por más que te empeñes el sentimiento te golpea como una mina antipersona que estabas destinada a pisar. Y pasa que la razón se duerme, que el lóbulo prefrontal desconecta y manda el corazón. Y ahí estás perdida, amiga. Dejas de ser tú.  Pasas. De ser una persona cuerda y formal a la más auténtica chiquilla perdida, cual Alicia, buscando un conejo blanco entre los rascacielos de Manhattan, buscando un reloj en unos besos infinitos, buscando la razón en un torbellino de locura.  Y te encuentras, de repente, buscando la niña inocente que habías sido hace varios años ya, añorando alguien que pueda arreglar los rotos descosidos de tu  cansado corazón. Unas manos cuyas yemas sepan, aprendan, quieran, cariciarte las heridas, sellarte los miedos, rozarte el alma  y besar tu descontrol.

Pasa que te vuelves vulnerable. Que cierras los ojos y abres los brazos al sentimiento, a los sueños  y expectativas, a lo que creías haber estado esperando tanto tiempo.  Pasa que se descoloca tu mundo, tus esquemas, tus creencias. Que el orden se vuelve desorden y tu vida pierde los pilares que la sostenían. Cambian. Modifican su perspectiva. Ese huracán de sentimientos y sinrazones que te engancha. Y te hace adicta.

Y es que pasa él, y se abre tu respiración, y te llena la vida. Pasa su mirada, que quieres anclar a tus ojos esperando que no vuelva a alta mar. Pasan sus manos. Despertando los poros de tu alma, La ausencia perdida de las caricias en la mañana. Pasan sus buenos días. Las tostadas recién hechas. Los besos. Sus sonrisas... Pasan tus besos en su garganta. Pasan sus dedos por tus hombros, pasan los abrazos por la espalda.

Y pasa que a veces, pasan los miedos. Que la coraza se ablanda, y la pistola pierde balas. Y pasa. Pasan las agujas del reloj queriendo comerse el tiempo.

Y pasa... que no quiero que pases.
Que no quiero echarte de menos.



Chica Salada