Que yo piense, que yo diga, que yo invente. Que comente que las calles de Paris no son lo mismo sin tus caricias, que la torre Eiffel desde que te has ido no se enciende.
Que mis pasos distraídos se escapan desvanecidos por las calles nubladas de un barrio que ya no es mío, de los dos era, quizás, pero te has ido.
Los sueños y añoranzas no los recuerdo, quedaron desvanecidos, y los proyectos de futuro cómo no, en el olvido. Dime ahora a dónde dirijo mis pasos, si la única piel que quería rozar es de un cuerpo que ya no es mío.
Dime, si las únicas manos que me saben acariciar son las tuyas. Dime, si el único corazón que rozó mi alma fue el tuyo. Si los únicos labios que quiero besar son los tuyos. Al único tren que me quiero subir, con trayecto a una parada sin fin, es el tuyo.
Y ya han pasado meses, años, quizás, no recuerdo. Desde que te fuiste, desde que poco a poco fui volviéndome cada vez menos cuerdo. Dime dónde quedaron los recuerdos. Te he buscado en calles, en besos, en coches, y no te encuentro.
Mi soledad es mi única compañía y mi hastío el único quien me cobija. Estoy cansado, ya, de vivir con mi agonía. Muerto en vida, estoy. Necesito vida.
Necesito otros trenes, otras miradas, otros besos que me recuerden el sabor de la alegría. Recuperar ilusiones y sonrisas perdidas. Ver la belleza en estas calles que ahora solo me parecen sombrías. Cambiar el mundo y soñar despierto. Otras mujeres, otros cuerpos.
Recordar el sabor del amor y las noches sin aliento. Los abrazos y las risas, los buenos momentos. Unas calles que me sonrían, que me acaricien, que me mimen. Que me den de nuevo, besos. Besos de alegría.