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jueves, 6 de diciembre de 2018

Justo debajo de las costillas

Tengo tu frío aquí, enquistado,
Justo debajo de las costillas.
Soy una viuda del amor,
Demasiado equívoca,
Demasiado perdida.

Tengo el valor de ser fuerte
Pero tu recuerdo me acompaña
Aquí, justo debajo de las costillas.

Renacer de mis cenizas
No deja de ser
otro modo de evitar pensarte,
De seguir caminando, aún,
sin mirar hacia arriba.

Reconstruir mi valentía
Es una forma de decirme a mí misma
que pese a ti,
Sigo viva.

Encuentro otro hogar
Que no juzga,
No duele,
Abriga.
Pero siempre sentiré que sigues aquí,

Justo debajo de las costillas.

domingo, 18 de noviembre de 2018

Hadas

Cuántas hadas
han desaparecido en cuentos
que ya no existen.
Cuánto hielo
se ha colado en un corazón
que aún lucha por latir,
pese al dolor de asumir
que en la vida adulta
ya no quedan cuentos.

La desilusión vive en mis párpados caídos y las pestañas se han marchado cansadas de tantos deseos que no llegan.

Siempre lo mismo.

He rezado demasiado
Por  llegar al punto medio exacto
entre el negro y el blanco,
y en nuestra paleta ya no quedan colores
y ya, no existe el gris.

Aún estoy anclada en mis miedos.

Nos empeñamos en jugar
a construir edificios
que no tienen cimientos,
Ojalá la realidad
no golpease tan fuerte.
Ojalá aún pudiera creer en los sueños.

Sigo siendo un hada vestida de verde
intentando hilar el sentido inconexo
entre que no me entiendes
y no te entiendo.
Y cómo duele saberse
en un callejón sin salida.

O huyo, o me doblego.

Y no quiero ninguna de las dos
versiones de este cuento.

Creí tus palabras y promesas
y solo veo a ciencia cierta
que duran muy poco los hechos.
Quizá la mejor versión de ti solo vive en mis pensamientos.

Cómo duele saber
Que las lágrimas pesan más
cuando no encuentran hogar
que les de sosiego

Soy un hada vestida de verde
Que quiere escribir el final de su cuento.

Rojo

Rojo pasión,
Rojo amapola,
Rojo suelo.

Hipocresía vestida de calma.
Gritos desgarrados tras una sonrisa amarga.

Rojo embriaguez,
Rojo indefensión,
Rojo desconsuelo.

Silba despreocupado el desaliento tras capas que pintan mi infancia,
yo tengo aún grabado el dolor
del metal en el cuello.

Aunque ya no existan.
Aunque sólo queden recuerdos.

Rojo sangre.
Rojo miedo.

Rojo el martillo que construí con los fantasmas que me atormentaban,
Rojo vida que me quema y me abraza.
Rojo el presente,
Rojos mis sueños.

Soy la que ya no fui,
he tapado las grietas
Y he forjado espadas con el metal de mi cuello.

Me he pintado los labios y he cambiado el rojo por el negro.

Rojo felicidad,
Rojo lucha,
Rojo fuego.

domingo, 29 de abril de 2018

Manada, Aullaremos

Hermana.
Desdentada la muerte
se fijó en ti y tú,
mirando al frente,
sólo querías que acabase.
Chirriaban los destrozos
de tu esencia a cada golpe,
a cada carcajada.
A cada vejación.
Y tú,
Sólo ansiabas que acabase.

Fue tanto el estruendo
que el dolor rompió
en mil pedazos tu mente
para salvarte.
Para no morir.
Para esperar a que acabase.

Mamá, yo no he sido.
No me tengo en pie,
Son más.
En número.
En edad.
Tengo miedo.
¿Es mi culpa?
No quiero morir.
Tengo
miedo,
Mamá.

Despertaba al mundo una inocencia
ahora desgarrada,
rota,
amedrentada.
Victimizada.
La elaboración del trauma
habría de ser para ellos.
No medimos en centímetros la humillación,
sino en los años que se tarda en olvidar.
En recomponer la mente.
En sanarnos.

Hermana,
ellos fueron los culpables.
Te creemos.
No estás solas.
No somos de nadie.

Aquí tienes tu manada.
Contigo, por ti, por todas

Aullaremos.  




Chica_Salada
Sofía Reguillos

sábado, 10 de marzo de 2018

NO SE EMPIEZA PEGANDO

No se empieza pegando.

Las mujeres no somos idiotas, no nos enamoramos de quien nos pega. Nos enamoramos de quien nos trata bien, nos hace sentir deseadas, protegidas. Al menos al principio.

Se empieza con un mal gesto. Una mirada de incomprensión y rechazo a algo que has dicho o hecho. Y te tienes que justificar, no querías que le sentara mal, joder. Y te pide perdón. Y volvéis a estar bien.

Después él habla mal de una amiga tuya, porque no te conviene, es muy fresca, tóxica. Te lo dice porque sólo piensa en ti. O unos celos por hablar con un amigo, o un ex. Porque tiene miedo de perderte. Y tú le entiendes, y le pides perdón. Y volvéis a estar bien.

Después le sigue una discusión. Porque no le coges enseguida el teléfono. Porque le has dejado en visto. Porque no tienes ganas de sexo. Porque pasas mucho tiempo con tus amigas, o con tu familia. No le dedicas el tiempo suficiente. Como si tu tiempo le perteneciera. Porque él solo quiere estar contigo y no lo valoras. Y cedes.

Después volvéis  a discutir. Porque ante algo que tú no estás de acuerdo, él  reacciona diciéndote una palabra más alta que otra. Le dices que tú mereces respeto. Y te pide perdón, porque es que se pone nervioso, no le entiendes y se altera, solo quiere tu bien. Y tú le perdonas. Y de nuevo, bien.

Y la gente lo ve. Y tú lo justificas. Y cada vez hay más discusiones, y buscas a tu gente para desahogarte y llorar sin ser juzgada. Y te consuelan, y te aconsejan, y te recomiendan que le dejes.

Pero él vuelve. Con una sorpresa, o un regalo. Te promete que va a cambiar porque solo quiere pasar su vida contigo. Y tú vuelves con él, con la esperanza de que al fin estéis bien. Y tus amigas y familiares lo ven, y se cansan.

Así que intentas hacer que funcione. Crees que puedes controlar sus enfados. Dejas de hablar con chicos. Te vistes sexy sólo con él. Dejas de quedar con tus amigas el finde. Te aísla. Pero quieres estar bien.

Y ante cualquier detalle, él vuelve enfadarse. Esta vez con un grito. Un puñetazo en la pared. Un empujón. Un insulto. Y tú dices que ha sido algo puntual. Que él no es así. Quieres autoconvencerte porque la disonancia cognitiva es demasiado fuerte.

Y tus amigos te dicen que le dejes.

Pero tú lo defiendes, finges y te invade la ansiedad. Lloras a escondidas. Te sientes atrapada en una relación dónde hay más momentos malos que buenos. Quieres volver al inicio. Quieres creer. Porque él siempre te engancha para creer.

Después él se enfada por haber hablado con alguien de vuestras intimidades. Puta. Sinvergüenza. Sin mí no eres nada. Nadie te va a querer. Y tú le crees. Y normalizas todo aquello que te ha dicho durante tanto tiempo, sintiéndote agradecida porque, de vez en cuando, haya un momento de sosiego.

Aún no han llegado los puñetazos. Pero solo estamos a un paso.

Esto, señores, es el círculo de la violencia de género. La escalada de violencia.

No duelen solo los golpes.

Saber identificar el inicio es salvavidas.

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Sofía Reguillos

domingo, 25 de febrero de 2018

Escribo

ESCRIBO

Escribo,
porque el mundo me hizo así.
Porque me enseñó
que es la manera más eficaz
de quitarme el barro
de las heridas.
Porque el dolor con sal
en la boca escuece,
pero cura.
Y porque no sé sanar
de otra forma.
Escribo,
Porque estamos sordos
y morimos de ganas
y de sueños.
Porque nos creemos
inmortales en nuestra fragilidad.
Y no sabemos
aún cómo
recubrir nuestra armadura.
Porque aún tragamos falsos mitos,
nos dejamos morir en otros brazos,
Y se nos ha olvidado
que el punto más álgido
del amor
está en nosotros mismos.
Escribo,
porque hay mensajes
que se dicen pero no se escuchan.
Porque no hay respiración
que valga menos que cualquier bandera.
Porque nadie debería
dar la mano al odio nunca.
Porque el amor salva vidas.
Porque la solidaridad
tendría que ser
nuestra más valiente compañera.
Escribo,
Porque ya no necesito un por qué,
pero sí motivos
para armarme de ganas
cuando me fallan las fuerzas.
Porque en la oscuridad
yo soy de las que aún busca luz,
y cree en quien la crea.
Escribo porque aún creo en la vida,
en las palabras y en las personas.

Escribo,
Básicamente,
Porque no se vivir de otra manera.